Uno de los que leyeron aquella mi correspondencia aquн publicada, a la que titulй Mi religiуn, me escribe rogбndome aclare o amplнe aquella fуrmula que allн empleй de que debe buscarse la verdad en la vida y la vida en la verdad. Voy a complacerle procediendo por partes.
Primero la verdad en la vida.
Ha sido mi convicciуn de siempre, mбs arraigada y mбs corroborada en mн cuanto mбs tiempo pasa, la de que la suprema virtud de un hombre debe ser la sinceridad. El vicio mбs feo es la mentira, y sus derivaciones y disfraces, la hipocresнa y la exageraciуn. Preferirнa el cнnico al hipуcrita, si es que aquйl no fuese algo de йste.
Abrigo la profunda creencia de que si todos dijйsemos siempre y en cada caso la verdad, la desnuda verdad, al principio amenazarнa hacerse inhabitable la Tierra, pero acabarнamos pronto por entendernos como hoy no nos entendemos. Si todos, pudiendo asomarnos al brocal de las conciencias ajenas, nos viйramos desnudas las almas, nuestras rencillas y reconcomios todos fundirнanse en una inmensa piedad mutua. Verнamos las negruras del que tenemos por santo, pero tambiйn las blancuras de aquel a quien estimamos un malvado.
Y no basta no mentir, como el octavo mandamiento de la ley de Dios nos ordena, sino que es preciso, ademбs, decir la verdad, lo cual no es del todo lo mismo. Pues el progreso de la vida espiritual consiste en pasar de los preceptos negativos a los positivos. El que no mata, ni fornica, ni hurta, ni miente, posee una honradez puramente negativa y no por ello va camino de santo. No basta no matar, es preciso acrecentar y mejorar las vidas ajenas; no basta no fornicar, sino que hay que irradiar pureza de sentimiento; ni basta no hurtar, debiйndose acrecentar y mejorar el bienestar y la fortuna pъblica y las de los demбs; ni tampoco basta no mentir, sino decir la verdad.
Hay ahora otra cosa que observar—y con esto a la vez contesto a maliciosas insinuaciones de algъn otro espontбneo y para mн desconocido corresponsal de esos pagos—, y es que como hay muchas, muchнsimas mбs verdades por decir que tiempo y ocasiones para decirlas, no podemos entregarnos a decir aquellas que tales o cuales sujetos quisieran dijйsemos, sino aquellas otras que nosotros juzgamos de mбs momento o de mejor ocasiуn. Y es que siempre que alguien nos arguye diciйndonos por quй no proclamamos tales o cuales verdades, podemos contestarle que si asн como йl quiere hiciйramos, no podrнamos proclamar tales otras que proclamamos. Y no pocas veces ocurre tambiйn que lo que ellos tienen por verdad y suponen que nosotros por tal la tenemos tambiйn, no es asн.
Y he de decir aquн, por vнa de parйntesis, a ese malicioso corresponsal, que si bien no estimo poeta al escritor a quien йl quiere que fustigue nombrбndole, tampoco tengo por tal al otro que йl admira y supone, equivocбndose, que yo debo admirar. Porque si el uno no hace sino revestir con una forma abigarrada y un traje lleno de perendengues y flecos y alamares un maniquн sin vida, el otro dice, sн, algunas veces cosas sustanciosas y de brнo —entre muchas patochadas— pero cosas poco o nada poйticas, y, sobre todo, las dice de un modo deplorable, en parte por el empeсo de sujetarlas a rima, que se le resiste. Y de esto le hablarй mбs por extenso en una correspondencia que titularй: Ni lo uno ni lo otro.
Y volviendo a mi tema presente, como creo haber dicho lo bastante sobre lo de buscar la verdad en la vida, paso a lo otro, de buscar la vida en la verdad.
Y es que hay verdades muertas y verdades vivas, o mejor dicho: puesto que la verdad no puede morir ni estar muerta, hay quienes reciben ciertas verdades como cosa muerta, puramente teуrica y que en nada les vivifica el espнritu.
Kierkegaard dividнa las verdades en esenciales y accidentales, y los pragmatistas modernos, a cuya cabeza va Guillermo James, juzgan de una verdad o principio cientнfico segъn sus consecuencias prбcticas. Y asн, a uno que dice creer haya habitantes en Saturno, le preguntan cuбl de las cosas que ahora hace no harнa o cuбl de las que no hace harнa en caso de no creer que haya habitantes en tal planeta, o en quй se modificarнa su conducta si cambiase de opiniуn a tal respecto. Y si contesta que en nada, le replican que ni eso es creer cosa alguna ni nada que se le parezca.
Pero este criterio asн tomado —y debo confesar que no lo toman asн, tan toscamente, los sumos de la escuela— es de una estrechez inaceptable. El culto a la verdad por la verdad misma es uno de los ejercicios que mбs eleva el espнritu y lo fortifica.
En la mayorнa de los eruditos, que suele ser gente mezquina y envidiosa, la rebusca de pequeсas verdades, el esfuerzo por rectificar una fecha o un nombre, no pasa de ser o un deporte o una monomanнa o un puntillo de pequeсa vanidad; pero en un hombre de alma elevada y serena, y en los eruditos de erudiciуn que podrнa llamarse religiosa, tales rebuscas implican un culto a la verdad. Pues le que no se acostumbra a respetarla en lo pequeсo, jamбs llegarб a respetarla en lo grande. Aparte de que no siempre sabemos quй es lo grande y quй lo pequeсo, ni el alcance de las consecuencias que pueden derivarse de algo que estimemos, no ya pequeсo, sino mнnimo.
Todos hemos oнdo hablar de la religiуn de la ciencia, que no es —ЎDios nos libre!— un conjunto de principios y dogmas filosуficos derivados de las conclusiones cientнficas y que vayan a sustituir a la religiуn, fantasнa que acarician esos pobres cientificistas de que otras veces os he hablado, sino que es el culto religioso a la verdad cientнfica, la sumisiуn del espнritu ante la verdad objetivamente demostrada, la humildad de corazуn para rendirnos a lo que la razуn nos demuestre ser verdad, en cualquier orden que fuere y aunque no nos agrade.
Este sentimiento religioso de respeto a la verdad, ni es muy antiguo en el mundo ni lo poseen mбs los que hacen mбs alarde de religiosidad. Durante los primeros siglos del cristianismo y en la Edad Media, el fraude piadoso —asн se le llama: pia fraus— fue corriente. Bastaba que una cosa se creyese edificante para que se pretendiera hacerla pasar por verdadera. Cabiendo, como cabe, en una cuartilla del tamaсo de un papelillo de fumar cuanto los Evangelios dicen de Josй, el esposo de Marнa, hay quien ha escrito una Vida de San Josй, patriarca, que ocupa 600 pбginas de compacta lectura їQuй puede ser su contenido sino declamaciones o piadosos fraudes?
De cuando en cuando recibo escritos, ya de catуlicos, ya de protestantes —mбs de йstos, que tienen mбs espнritu de proselitismo, que de aquйllos— en que se trata de demostrarnos tal o cual cosa conforme a su credo, y en ellos suele resplandecer muy poco el amor a la verdad. Retuercen y violentan textos evangйlicos, los interpretan sofнsticamente y acumulan argucias nada mбs que para hacerles decir, no lo que dicen, sino lo que ellos quieren que digan. Y asн resulta que esos exegetas tachados de racionalismo —no me refiero, claro estб, a los sistemбticos detractores del cristianismo, como Nietzsche, o a los espнritus ligeros que escriben disertaciones tratando de probar que el Cristo no existiу, que fue discнpulo de Buda, u otra fantasmagorнa por el estilo—, esos exegetas han demostrado en su religioso culto a la verdad una religiosidad mucho mayor que sus sistemбticos refutadores y detractores.
Y este amor y respeto a la verdad y este buscar en ella vida, puede ejercerse investigando las verdades que nos parezcan menos pragmбticas.
Ya Platуn hacнa decir a Sуcrates en el Parmйnides, que quien de joven no se ejercitу en analizar esos principios metafнsicos, que el vulgo estima ocupaciуn ociosa y de ociosos, jamбs llegarб a conseguir verdad alguna que valga. Es decir, traduciendo al lenguaje de hoy ahн, en esa tierra, que los cazadores de pesos que desprecian las macanas jamбs sabrбn nada que haga la vida mбs noble, y aunque se redondeen de fortuna tendrбn pobrнsima el alma, siendo toda su vida unos beocios; y siglos mбs tarde que Platуn, otro espнritu excelso, aunque de un temple distinto al de aquйl, el canciller Bacon, escribiу que "no se han de estimar inъtiles aquellas ciencias que no tienen uso, siempre que agucen y disciplinen el ingenio".
Йste es un sermуn que hay que estarlo predicando a diario —y por mн no quedarб— en aquellos paнses, entre aquellas gentes donde florece la sobreestimaciуn a la ingenierнa con desdйn de otras actividades.
En el vulgo es esto inevitable, pues no juzga sino por los efectos materiales, por lo que le entra por los ojos. Y asн, es muy natural que ante el telйfono, el fonуgrafo y otros aparatos que le dicen ser invenciуn de Edison —aunque en rigor sуlo en parte lo sean de este diestro empresario de invenciones tйcnicas— se imaginen que el tal Edison es el mбs sabio y mбs genial de los fнsicos hoy existentes e ignoren hasta los nombres de tantos otros que le superan en ciencia. Ellos, los del vulgo, no han visto ningъn aparato inventado por Maxwell, verbigracia, y se quedan con su Edison, lo mismo que se quedan creyendo que el fantбstico vulgarizador Flammariуn es un estupendo astrуnomo.
Mal йste que, con el del cientificismo, tiene que ser mayor que en otros en paнses como йse, formados en gran parte de emigrantes de todos los rincones del mundo que van en busca de fortuna, y cuando la hacen, procuran instruirse de prisa y corriendo, y en paнses ademбs donde los fuertes y nobles estudios filosуficos no gozan de estimaciуn pъblica y donde la ciencia pura se supedita a la ingenierнa, que es la que ayuda a ganar pesos. Al menos, por lo pronto.
Y digo por lo pronto, porque donde la cultura es compleja, han comprendido todos el valor prбctico de la pura especulaciуn y saben cuбnta parte cabe a un Kant o un Hйgel en los triunfos militares e industriales de la Alemania moderna. Y saben que si cuando Staudt iniciу la geometrнa pura o de posiciуn esta rama de la ciencia no pasaba de ser una gimnбstica mental, hoy se funda en ella mucha parte del cбlculo grбfico que puede ser ъtil hasta para el tendido de cables.
Pero aparte esta utilidad mediata o a largo plazo que pueden llegar a cobrar los principios cientнficos que nos aparezcan mбs abstractos, hay la utilidad inmediata de que su investigaciуn y estudio educa y fortifica la mente mucho mejor que el estudio de las aplicaciones cientнficas.
Cuando nosotros empezamos a renegar de la ciencia pura, que nunca hemos cultivado de veras —y por eso renegamos de ella— y todo se nos vuelve hablar de estudios prбcticos, sin entender bien lo que esto significa, estбn los pueblos en que mбs han progresado las aplicaciones cientнficas escarmentбndose del politecnicismo y desconfiando de los practicones. Un mero ingeniero —es decir, un ingeniero sin verdadero espнritu cientнfico, porque los hay que le tienen— puede ser tan ъtil para trazar una vнa fйrrea como un buen abogado para defender un pleito; pero ni aquйl harб avanzar a la ciencia un paso, ni a йste le confiarнa yo la reforma de la constituciуn de un pueblo.
Buscar la vida en la verdad es, pues, buscar en el culto de йsta ennoblecer y elevar nuestra vida espiritual y no convertir a la verdad, que es, y debe ser siempre viva, en un dogma, que suele ser una cosa muerta.
Durante un largo siglo pelearon los hombres, apasionбndose, por si el Espнritu Santo procede del Padre solo o procede del Padre y del Hijo a la vez, y fue esa lucha la que dio origen a que en el credo catуlico se aсadiera lo de Filioque, donde dice qui ex Patre Filioque procedit; pero hoy їa quй catуlico le apasiona eso? Preguntadle al catуlico mбs piadoso y de mejor buena fe, y buscadlo entre los sacerdotes, por quй el Espнritu Santo ha de proceder del Padre y del Hijo y no sуlo del primero, o quй diferencia implica en nuestra conducta moral y religiosa el que creamos una cosa o la otra, dejando a un lado lo de la sumisiуn a la Iglesia, que asн ordena se crea, y verйis lo que os dice. Y es que eso, que fue en un tiempo expresiуn de un vivo sentimiento religioso a la que en cierto respecto se puede llamar verdad de fe —sin que con esto quiera yo afirmar su verdad objetiva— no es hoy mбs que un dogma muerto.
Y la condena del actual Papa contra las doctrinas del llamado modernismo, no es mбs sino porque los modernistas —Loisy, Le Roy, el padre Tyrrell, Murri, etc.— tratan de devolver vida de verdades a dogmas muertos, y el Papa, o mejor dicho sus consejeros —el pobrecito no es capaz de meterse en tales honduras—, prevйn, con muy aguda sagacidad, que en cuanto se trate de vivificar los tales dogmas, acaban йstos por morirse del todo. Saben que hay cadбveres que al tratar de insuflarles nueva vida se desharнan en polvo.
Y йsta es la principal razуn por quй se debe buscar la vida de las verdades todas, y es para que aquellas que parecen serlo y no lo son se nos muestren como en realidad son, como no verdades o verdades aparentes tan sуlo. Y lo mбs opuesto a buscar la vida en la verdad es proscribir el examen y declarar que hay principios intangibles. No hay nada que no deba examinarse. ЎDesgraciada la patria donde no se permite analizar el patriotismo!
Y he aquн cуmo se enlazan la verdad en la vida y la vida en la verdad, y es que aquellos que no se atreven a buscar la vida de las que dicen profesar como verdades, jamбs viven con verdad en la vida. El creyente que se resiste a examinar los fundamentos de su creencia es un hombre que vive en insinceridad y en mentira. El hombre que no quiere pensar en ciertos problemas eternos, es un embustero y nada mбs que un embustero. Y asн suele ir tanto en los individuos como en los pueblos la superficialidad unida a la insinceridad. Pueblo irreligioso, es decir, pueblo en que los problemas religiosos no interesan a casi nadie —sea cual fuere la soluciуn que se les dй—, es pueblo de embusteros y exhibicionistas, donde lo que importa no es ser, sino parecer ser.
He aquн cуmo entiendo lo de la verdad en la vida y la vida en la verdad.
Автор: Александър Ненов
Primero la verdad en la vida.
Ha sido mi convicciуn de siempre, mбs arraigada y mбs corroborada en mн cuanto mбs tiempo pasa, la de que la suprema virtud de un hombre debe ser la sinceridad. El vicio mбs feo es la mentira, y sus derivaciones y disfraces, la hipocresнa y la exageraciуn. Preferirнa el cнnico al hipуcrita, si es que aquйl no fuese algo de йste.
Abrigo la profunda creencia de que si todos dijйsemos siempre y en cada caso la verdad, la desnuda verdad, al principio amenazarнa hacerse inhabitable la Tierra, pero acabarнamos pronto por entendernos como hoy no nos entendemos. Si todos, pudiendo asomarnos al brocal de las conciencias ajenas, nos viйramos desnudas las almas, nuestras rencillas y reconcomios todos fundirнanse en una inmensa piedad mutua. Verнamos las negruras del que tenemos por santo, pero tambiйn las blancuras de aquel a quien estimamos un malvado.
Y no basta no mentir, como el octavo mandamiento de la ley de Dios nos ordena, sino que es preciso, ademбs, decir la verdad, lo cual no es del todo lo mismo. Pues el progreso de la vida espiritual consiste en pasar de los preceptos negativos a los positivos. El que no mata, ni fornica, ni hurta, ni miente, posee una honradez puramente negativa y no por ello va camino de santo. No basta no matar, es preciso acrecentar y mejorar las vidas ajenas; no basta no fornicar, sino que hay que irradiar pureza de sentimiento; ni basta no hurtar, debiйndose acrecentar y mejorar el bienestar y la fortuna pъblica y las de los demбs; ni tampoco basta no mentir, sino decir la verdad.
Hay ahora otra cosa que observar—y con esto a la vez contesto a maliciosas insinuaciones de algъn otro espontбneo y para mн desconocido corresponsal de esos pagos—, y es que como hay muchas, muchнsimas mбs verdades por decir que tiempo y ocasiones para decirlas, no podemos entregarnos a decir aquellas que tales o cuales sujetos quisieran dijйsemos, sino aquellas otras que nosotros juzgamos de mбs momento o de mejor ocasiуn. Y es que siempre que alguien nos arguye diciйndonos por quй no proclamamos tales o cuales verdades, podemos contestarle que si asн como йl quiere hiciйramos, no podrнamos proclamar tales otras que proclamamos. Y no pocas veces ocurre tambiйn que lo que ellos tienen por verdad y suponen que nosotros por tal la tenemos tambiйn, no es asн.
Y he de decir aquн, por vнa de parйntesis, a ese malicioso corresponsal, que si bien no estimo poeta al escritor a quien йl quiere que fustigue nombrбndole, tampoco tengo por tal al otro que йl admira y supone, equivocбndose, que yo debo admirar. Porque si el uno no hace sino revestir con una forma abigarrada y un traje lleno de perendengues y flecos y alamares un maniquн sin vida, el otro dice, sн, algunas veces cosas sustanciosas y de brнo —entre muchas patochadas— pero cosas poco o nada poйticas, y, sobre todo, las dice de un modo deplorable, en parte por el empeсo de sujetarlas a rima, que se le resiste. Y de esto le hablarй mбs por extenso en una correspondencia que titularй: Ni lo uno ni lo otro.
Y volviendo a mi tema presente, como creo haber dicho lo bastante sobre lo de buscar la verdad en la vida, paso a lo otro, de buscar la vida en la verdad.
Y es que hay verdades muertas y verdades vivas, o mejor dicho: puesto que la verdad no puede morir ni estar muerta, hay quienes reciben ciertas verdades como cosa muerta, puramente teуrica y que en nada les vivifica el espнritu.
Kierkegaard dividнa las verdades en esenciales y accidentales, y los pragmatistas modernos, a cuya cabeza va Guillermo James, juzgan de una verdad o principio cientнfico segъn sus consecuencias prбcticas. Y asн, a uno que dice creer haya habitantes en Saturno, le preguntan cuбl de las cosas que ahora hace no harнa o cuбl de las que no hace harнa en caso de no creer que haya habitantes en tal planeta, o en quй se modificarнa su conducta si cambiase de opiniуn a tal respecto. Y si contesta que en nada, le replican que ni eso es creer cosa alguna ni nada que se le parezca.
Pero este criterio asн tomado —y debo confesar que no lo toman asн, tan toscamente, los sumos de la escuela— es de una estrechez inaceptable. El culto a la verdad por la verdad misma es uno de los ejercicios que mбs eleva el espнritu y lo fortifica.
En la mayorнa de los eruditos, que suele ser gente mezquina y envidiosa, la rebusca de pequeсas verdades, el esfuerzo por rectificar una fecha o un nombre, no pasa de ser o un deporte o una monomanнa o un puntillo de pequeсa vanidad; pero en un hombre de alma elevada y serena, y en los eruditos de erudiciуn que podrнa llamarse religiosa, tales rebuscas implican un culto a la verdad. Pues le que no se acostumbra a respetarla en lo pequeсo, jamбs llegarб a respetarla en lo grande. Aparte de que no siempre sabemos quй es lo grande y quй lo pequeсo, ni el alcance de las consecuencias que pueden derivarse de algo que estimemos, no ya pequeсo, sino mнnimo.
Todos hemos oнdo hablar de la religiуn de la ciencia, que no es —ЎDios nos libre!— un conjunto de principios y dogmas filosуficos derivados de las conclusiones cientнficas y que vayan a sustituir a la religiуn, fantasнa que acarician esos pobres cientificistas de que otras veces os he hablado, sino que es el culto religioso a la verdad cientнfica, la sumisiуn del espнritu ante la verdad objetivamente demostrada, la humildad de corazуn para rendirnos a lo que la razуn nos demuestre ser verdad, en cualquier orden que fuere y aunque no nos agrade.
Este sentimiento religioso de respeto a la verdad, ni es muy antiguo en el mundo ni lo poseen mбs los que hacen mбs alarde de religiosidad. Durante los primeros siglos del cristianismo y en la Edad Media, el fraude piadoso —asн se le llama: pia fraus— fue corriente. Bastaba que una cosa se creyese edificante para que se pretendiera hacerla pasar por verdadera. Cabiendo, como cabe, en una cuartilla del tamaсo de un papelillo de fumar cuanto los Evangelios dicen de Josй, el esposo de Marнa, hay quien ha escrito una Vida de San Josй, patriarca, que ocupa 600 pбginas de compacta lectura їQuй puede ser su contenido sino declamaciones o piadosos fraudes?
De cuando en cuando recibo escritos, ya de catуlicos, ya de protestantes —mбs de йstos, que tienen mбs espнritu de proselitismo, que de aquйllos— en que se trata de demostrarnos tal o cual cosa conforme a su credo, y en ellos suele resplandecer muy poco el amor a la verdad. Retuercen y violentan textos evangйlicos, los interpretan sofнsticamente y acumulan argucias nada mбs que para hacerles decir, no lo que dicen, sino lo que ellos quieren que digan. Y asн resulta que esos exegetas tachados de racionalismo —no me refiero, claro estб, a los sistemбticos detractores del cristianismo, como Nietzsche, o a los espнritus ligeros que escriben disertaciones tratando de probar que el Cristo no existiу, que fue discнpulo de Buda, u otra fantasmagorнa por el estilo—, esos exegetas han demostrado en su religioso culto a la verdad una religiosidad mucho mayor que sus sistemбticos refutadores y detractores.
Y este amor y respeto a la verdad y este buscar en ella vida, puede ejercerse investigando las verdades que nos parezcan menos pragmбticas.
Ya Platуn hacнa decir a Sуcrates en el Parmйnides, que quien de joven no se ejercitу en analizar esos principios metafнsicos, que el vulgo estima ocupaciуn ociosa y de ociosos, jamбs llegarб a conseguir verdad alguna que valga. Es decir, traduciendo al lenguaje de hoy ahн, en esa tierra, que los cazadores de pesos que desprecian las macanas jamбs sabrбn nada que haga la vida mбs noble, y aunque se redondeen de fortuna tendrбn pobrнsima el alma, siendo toda su vida unos beocios; y siglos mбs tarde que Platуn, otro espнritu excelso, aunque de un temple distinto al de aquйl, el canciller Bacon, escribiу que "no se han de estimar inъtiles aquellas ciencias que no tienen uso, siempre que agucen y disciplinen el ingenio".
Йste es un sermуn que hay que estarlo predicando a diario —y por mн no quedarб— en aquellos paнses, entre aquellas gentes donde florece la sobreestimaciуn a la ingenierнa con desdйn de otras actividades.
En el vulgo es esto inevitable, pues no juzga sino por los efectos materiales, por lo que le entra por los ojos. Y asн, es muy natural que ante el telйfono, el fonуgrafo y otros aparatos que le dicen ser invenciуn de Edison —aunque en rigor sуlo en parte lo sean de este diestro empresario de invenciones tйcnicas— se imaginen que el tal Edison es el mбs sabio y mбs genial de los fнsicos hoy existentes e ignoren hasta los nombres de tantos otros que le superan en ciencia. Ellos, los del vulgo, no han visto ningъn aparato inventado por Maxwell, verbigracia, y se quedan con su Edison, lo mismo que se quedan creyendo que el fantбstico vulgarizador Flammariуn es un estupendo astrуnomo.
Mal йste que, con el del cientificismo, tiene que ser mayor que en otros en paнses como йse, formados en gran parte de emigrantes de todos los rincones del mundo que van en busca de fortuna, y cuando la hacen, procuran instruirse de prisa y corriendo, y en paнses ademбs donde los fuertes y nobles estudios filosуficos no gozan de estimaciуn pъblica y donde la ciencia pura se supedita a la ingenierнa, que es la que ayuda a ganar pesos. Al menos, por lo pronto.
Y digo por lo pronto, porque donde la cultura es compleja, han comprendido todos el valor prбctico de la pura especulaciуn y saben cuбnta parte cabe a un Kant o un Hйgel en los triunfos militares e industriales de la Alemania moderna. Y saben que si cuando Staudt iniciу la geometrнa pura o de posiciуn esta rama de la ciencia no pasaba de ser una gimnбstica mental, hoy se funda en ella mucha parte del cбlculo grбfico que puede ser ъtil hasta para el tendido de cables.
Pero aparte esta utilidad mediata o a largo plazo que pueden llegar a cobrar los principios cientнficos que nos aparezcan mбs abstractos, hay la utilidad inmediata de que su investigaciуn y estudio educa y fortifica la mente mucho mejor que el estudio de las aplicaciones cientнficas.
Cuando nosotros empezamos a renegar de la ciencia pura, que nunca hemos cultivado de veras —y por eso renegamos de ella— y todo se nos vuelve hablar de estudios prбcticos, sin entender bien lo que esto significa, estбn los pueblos en que mбs han progresado las aplicaciones cientнficas escarmentбndose del politecnicismo y desconfiando de los practicones. Un mero ingeniero —es decir, un ingeniero sin verdadero espнritu cientнfico, porque los hay que le tienen— puede ser tan ъtil para trazar una vнa fйrrea como un buen abogado para defender un pleito; pero ni aquйl harб avanzar a la ciencia un paso, ni a йste le confiarнa yo la reforma de la constituciуn de un pueblo.
Buscar la vida en la verdad es, pues, buscar en el culto de йsta ennoblecer y elevar nuestra vida espiritual y no convertir a la verdad, que es, y debe ser siempre viva, en un dogma, que suele ser una cosa muerta.
Durante un largo siglo pelearon los hombres, apasionбndose, por si el Espнritu Santo procede del Padre solo o procede del Padre y del Hijo a la vez, y fue esa lucha la que dio origen a que en el credo catуlico se aсadiera lo de Filioque, donde dice qui ex Patre Filioque procedit; pero hoy їa quй catуlico le apasiona eso? Preguntadle al catуlico mбs piadoso y de mejor buena fe, y buscadlo entre los sacerdotes, por quй el Espнritu Santo ha de proceder del Padre y del Hijo y no sуlo del primero, o quй diferencia implica en nuestra conducta moral y religiosa el que creamos una cosa o la otra, dejando a un lado lo de la sumisiуn a la Iglesia, que asн ordena se crea, y verйis lo que os dice. Y es que eso, que fue en un tiempo expresiуn de un vivo sentimiento religioso a la que en cierto respecto se puede llamar verdad de fe —sin que con esto quiera yo afirmar su verdad objetiva— no es hoy mбs que un dogma muerto.
Y la condena del actual Papa contra las doctrinas del llamado modernismo, no es mбs sino porque los modernistas —Loisy, Le Roy, el padre Tyrrell, Murri, etc.— tratan de devolver vida de verdades a dogmas muertos, y el Papa, o mejor dicho sus consejeros —el pobrecito no es capaz de meterse en tales honduras—, prevйn, con muy aguda sagacidad, que en cuanto se trate de vivificar los tales dogmas, acaban йstos por morirse del todo. Saben que hay cadбveres que al tratar de insuflarles nueva vida se desharнan en polvo.
Y йsta es la principal razуn por quй se debe buscar la vida de las verdades todas, y es para que aquellas que parecen serlo y no lo son se nos muestren como en realidad son, como no verdades o verdades aparentes tan sуlo. Y lo mбs opuesto a buscar la vida en la verdad es proscribir el examen y declarar que hay principios intangibles. No hay nada que no deba examinarse. ЎDesgraciada la patria donde no se permite analizar el patriotismo!
Y he aquн cуmo se enlazan la verdad en la vida y la vida en la verdad, y es que aquellos que no se atreven a buscar la vida de las que dicen profesar como verdades, jamбs viven con verdad en la vida. El creyente que se resiste a examinar los fundamentos de su creencia es un hombre que vive en insinceridad y en mentira. El hombre que no quiere pensar en ciertos problemas eternos, es un embustero y nada mбs que un embustero. Y asн suele ir tanto en los individuos como en los pueblos la superficialidad unida a la insinceridad. Pueblo irreligioso, es decir, pueblo en que los problemas religiosos no interesan a casi nadie —sea cual fuere la soluciуn que se les dй—, es pueblo de embusteros y exhibicionistas, donde lo que importa no es ser, sino parecer ser.
He aquн cуmo entiendo lo de la verdad en la vida y la vida en la verdad.